Acéptame y no te mentire.
Sólo si nuestros hijos nos dijeran lo que llevan en sus corazones, nos harían la educación mas llevadera. Cuando de pequeños están descubriendo el mundo, no pueden organizar ni poner en palabras sus emociones, y cuando se hacen un poco más mayores, entre los 12 y 18, son impenetrables y alzan unas murallas insalvables para los padres.
La tarea de ser padres no es fácil, y es precisamente por ésto que sus frutos son tan gratificantes. Alguien decía por ahí: “si sufres por tus hijos, quiere decir que lo estás haciendo bien”. ¿Y de cuál sufrimiento estamos hablando? del sufrimiento del bueno, ese que experimentamos cuando queremos asegurar lo mejor para aquellos que amamos. Pero el otro sufrimiento, el que sentimos cuando nos decepcionamos al no lograr imponer nuestro parecer sobre sus decisiones, casi siempre termina sólo quitándonos espacio en el corazón para poder amar más y mejor.
Pero el tema de hoy es la mentira, ¿Por qué nuestros hijos mienten? El título de este artículo nos da una pista, si no directamente la respuesta: porque todos buscamos la aceptación.
Uno de los motivos por los que mentimos es porque queremos quedar bien, para no decepcionar a nadie, porque quizás estamos pidiendo a gritos que nos quieran, que nos acepten.
Carmen Martín Gaite, en su libro “Lo raro es vivir” escribe: "A veces pienso —reflexioné en voz alta— que se miente por incapacidad de pedir a gritos que los demás te acepten como eres.” Y continua: “Cuando te resistes a confesar el desamparo de tu vida, ya te estás disfrazando de otra cosa, le coges el tranquillo al invento y de ahí en adelante es el puro extravío: no paras de dar tumbos con la careta puesta, alejándote del camino que podría llevarte a saber quien eres.”
Los padres, primeros “amadores” -amantes, cuidadores- de los hijos, ¿les queremos igual con notas no tan buenas, torpes en deporte, poco oido para la música, algunos parlanchines, otros con unos kilitos de más ? ¿Les queremos, en otras palabras, les aceptamos tal y como son, les queremos por sus defectos y NO ha pesar de ellos? o ¿inconscientemente queremos hijos perfectos para enseñarlos al mundo como objetos de exhibición? Que tentador es ir por ahi diciendo cuanto inteligente o buen atleta es un hijo nuestro, y si tienen éxito que nos den los créditos.
Para aceptar y querer a nuestros hijos debemos conocerlos, y esto requiere esfuerzo, atención a sus señales, a su particularidad.
Yo conocí a una persona que no mentía, y decía: “No lo hago porque sea especialmente virtuosa, solo nací así, como el que nace con una tendencia a ser organizado o detallista”. Si sus padres no lograran entender esta particularidad suya y terminaran por hacer un hincapié innecesario en el valor de decir siempre la verdad, una persona que tiende ya de manera natural a la honestidad, podría tener que lidiar con las consecuencias de un hiper-desarrollo de esta virtud.
Esta "sintonía" es entonces fundamental para desarrollo de una relación saludable con nuestros hijos, a la vez que ayuda a sentar una base sólida para su auto-estima al procurar un ambiente en el que se sienta seguro de hablar con sinceridad sin miedo al rechazo, evitando así la necesidad de la mentira"