En una mañana de verano
Mientras esperaba el tren en una mañana de verano, con la mirada pensante, observando mi entorno, me preguntaba reflexionando:
- “¿por qué nos cuesta tanto aceptar que no lo podemos todo, que simplemente hay cosas que no podemos entender en su momento?.
Hay días en donde me encuentro decepcionada de no haber logrado lo que quería, y me ahogo en el sentimiento de la derrota y terminó perdiendo el tiempo haciendo nada importante.”
Suspirando, pienso en las expectativas; las que uno tiene de uno mismo.
- “Definitivamente no son buenas para salud mental ni física, ya es suficiente con los bombardeos diarios de la sociedad que le exigen a uno vivir a modo suo, sin respetar la libertad ni la propia autenticidad, y encima de todo teniendo uno que lidiar con las expectativas. Nos hemos vuelto como copias de otros…”
Tal vez exagero… tal vez.
-”¡Pero igual! nos exigen perfección y automáticamente nos llenamos de expectativas, éxito, dinero, viajes, realización personal, la felicidad en los bienes…
¿Será?
-”¿Es tarde para darme cuenta?, no, no creo. Mejor ahora que dentro de unos años.”
Observo a la gente que espera igualmente el tren
-”¿Perdí tiempo?. Sí, sin lugar a duda. Estaba hipnotizada por las expectativas, ahogada por el perfeccionismo que me cortaba la libertad y ocultaba la verdad. ¿Dramática? No creo… bueno, tal vez un poquito. Pero es necesario. Creo...”
Veo la hora. 11:55. El tren está en retraso, debería haber llegado hace 5 minutos. No me sorprende.
Suspiro
-”¿Cuantos años fui esclava de las expectativas?”
Me pregunto mientras miro al cielo.
-”No me acuerdo, pero creo que fueron muchos.”
Están avisando por el citófono que el tren está en retraso. La gente se lamenta. Me llega un mensaje por whatsapp. Después lo leo.
-”¿Se me quitó un peso de encima?, ¡ha!, mejor no cantar victoria, los malos hábitos mueren lento y sería ingenua al pensar que a partir de ahora no tendré tantas expectativas.”
No creo que sea tan malo tenerlas… ¿Será?
-”Son aquellas expectativas que no son realistas con nuestras capacidades ni nuestras circunstancias. Son aquellas de otros… de la sociedad.”
El tren ya viene. Me pongo la máscara. Camino hacia la puerta del vagón.
Me subo al tren, a una nueva aventura para descubrir cuál es el nuevo mundo de las expectativas y aprender a manejarlas.
Suspiro.
-”Dios me ayude.”